3 nov 2011

Relatos Cortos de Otoño

Aviso, historia dura. No se me quejen, no soy ningún traidor”

En estos días donde el sol se esconde antes, la noche se alarga, la actividad decrece y la soledad aumenta. Donde la noche se vuelve enemiga y la más dolorosa de nuestra compañía, aunque posiblemente la única. Paradójicamente esto sucede en la estación donde los hojas abandonan los arboles como acto de decadencia, curiosos símil para este nuevo post “Relatos Cortos de Otoño”. Hay un momento en la vida que si, esta vez sí, es de No Retorno.

El anciano de la suerte
Por la calle deambula un anciano de aspecto duro, boina de las de antes, viste camisa blanca tornada en beige por el paso del tiempo y un jersey de lana cobrizo. Tiene una mirada resentida, como de aquel que está cabreado con la vida, y no le falta razones para estar molesto con su destino. Siempre es una esquina del parque donde da el sol pasa el tiempo mirando sus billetes de lotería buscando que la diosa fortuna le sonría.

La mujer de los gatos
Una mujer mayor de pelo hirsuto y níveo, con una vestimenta de duelo, a la cual se le puede apreciar el pasar de los años en su rostro. Deambula sin ver el sol pendiente de las trabas que le ofrece la acera. En su actividad diaria ofrece comida y algo de cariño a los gatos que vagabundan por las calles contiguas a su casa. Ilusión cotidiana de los días que quedan.


La octogenaria enferma
Son las 4 de la mañana de un jueves del mes de Enero, noche fría y cerrada. Una octogenaria, con la mirada perdida y arropada con una bata, es encontrada en una calle céntrica de una ciudad. Está desorientada y suplicando ayuda, alegando que estaba enferma. Al socorro acudió en 112, una vez atendida concluyeron que no estaba enferma. Posiblemente no tenga ninguna enfermedad pero si un dolor que no lo cura ninguna de sus medicinas ni la ayuda de ningún médico.

Conclusión “No, Gracias”
Nadie ha afirmado que la vida fuese fácil ni que exista un libro de reclamaciones donde puede usted ir a quejarse. Puede que usted pase el tiempo, con la única compañía de soledad, recordando aquellos días de gloria o de cariño. Rodeado de recuerdos pasados enmarcados, porque ahora ¿quién va a creer suhistoria? O aún peor, ¿quién la quiere saber?. Intenta, ahora, fingir ser fuerte, aparentar lo que fue, o haciendo cualquier cosa para matar al tiempo. Pero sus ojos no engañan, sus ojos piden ayudan, tal vez un compañía o quizás algo de cariño, si, un pedacito de los suyos. Apuesto a que ahora daba todo lo que tiene por un puñado de aquello, por un poco de ayer. Este es el principio de la locura, y a usted sólo le queda buscar un sueño que le mantenga vivo o una actividad que le ayuda a superar el día a día.

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